Matilde Montoya y su batalla por convertirse en la primera médica mexicana

24 de octubre de 2024

Con motivo del Día de la Médica y el Médico, la sección Mujeres en la Historia de la Mañanera del Pueblo estuvo dedicada a Matilde Montoya, la primera mexicana en graduarse de la Escuela Nacional de Medicina a finales del siglo XIX, cuando las mujeres no tenían derecho de acudir a lugares públicos sin la obligada compañía de un hombre.

En la conferencia de prensa encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, la subsecretaria de Educación Básica de la SEP, Angélica Noemí Juárez Pérez, destacó el contexto adverso en el que Matilde Montoya logró romper barreras y mitos. Su examen profesional fue realizado el 24 de agosto de 1887 y generó un intenso debate público. Por un lado, se consideraba un atentado a la moral, era calificada como promiscua y se condenaba por qué quería ver cuerpos desnudos en los anfiteatros.

En tanto, el hecho fue celebrado por escritoras de la época en las revistas Álbum de la mujer y Diario del hogar, donde se destacó el despertar intelectual de las mexicanas, el derecho conculcado que se conquistó, la ruptura de una esclavitud moral y la afrenta a las leyes del buen parecer.

Juárez Pérez recordó que a finales del siglo XIX la única profesión no vetada para las mujeres era la docencia y existían publicaciones dedicadas a frenar sus intenciones de incursionar en actividades monopolizadas por los hombres. Félix Palavicini en su libro Problemas de educación, estipulaba: “Si hemos dicho a los hombres no perdáis lo mejor de la vida en hacer carreras literarias, cómo no hemos de gritar a las mujeres muy alto y muy claro, no seáis universitarias, no seáis académicas”.

En la revista El magisterio nacional, se publicaba: “El exceso de instrucción científica ataca el organismo de la mujer, la anemia y el neurocismo (sic) se apoderan de ellas y los hijos que tienen son débiles y enclenques”.

Los dislates decimonónicos eran enfrentados desde la trinchera de las maestras, explicó la subsecretaria y citó como ejemplo a Rita Cetina que pugnaba por la incursión de las mujeres en la ciencia. En esta lucha, también participó la maestra Dolores Correa defendiendo a Columba Rivera, la segunda médica mexicana, con estas palabras: “el saber ni mata ni envenena, el estudio no marchita la juventud de la mujer, ni entenebrece el alma, ni amarga el corazón”.

Finalmente, la funcionaria federal convocó a difundir las historias de estas pioneras, para que las niñas y jóvenes de hoy tengan la certeza de que pueden ser lo que ellas quieran, por ejemplo, presidentas.