María Arias Bernal, defensora del maderismo y los derechos de las mujeres
27 de marzo de 2025

En la Mañanera del Pueblo, encabezada por la Presidenta Claudia Sheinbaum, la Subsecretaria de Educación Básica, Angélica Noemí Juárez Pérez, rescató la historia de la maestra normalista María Arias Bernal, una figura revolucionaria cuyo activismo y legado educativo fueron clave durante y después de la Revolución Mexicana.
El 22 de marzo de 1913, en el Panteón Francés de la Ciudad de México, María Arias Bernal y un grupo de mujeres —entre ellas Eulalia Guzmán y Dolores Sotomayor— fundaron el Club Femenil “Lealtad” bajo el lema “Siempre leales”. Lo que parecía ser un acto de luto por los asesinatos de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez se convirtió en un espacio de resistencia política contra el régimen de Victoriano Huerta. Cada domingo, estas mujeres se reunieron frente a las tumbas del presidente y vicepresidente, llevaban flores, coordinaban acciones a favor del constitucionalismo y fortalecían su lucha a través de discursos, lectura de poemas y composiciones.
María Arias Bernal no solo fue una activista política, sino una educadora comprometida. Egresada de la Escuela Normal de Señoritas, en 1912 asumió la subdirección de la Escuela de Artes y Oficios, un proyecto pionero para mejorar las oportunidades laborales de las mujeres. Junto con otras maestras, creó un centro de alfabetización para obreras, donde también se promovían los ideales maderistas con el apoyo de Sara Pérez Romero, esposa de Madero. Tras el golpe de Estado, María publicó el panfleto “Protesta enérgica contra Huerta” bajo el seudónimo “Fidela”, un texto clandestino distribuido en fábricas que llamaba a obreros y campesinos a alzarse en armas. Su activismo le costó múltiples arrestos, pero no detuvo su lucha.
Cuando Victoriano Huerta fue derrocado en 1914, Álvaro Obregón reconoció su valentía, pues durante una ceremonia en la tumba de Madero, le entregó su pistola como símbolo de admiración por su defensa de la causa del pueblo. María no se conformó con eso, ya que también impulsó el cambio de nombre de la calle San Francisco a Francisco I. Madero, lo que sucedió el 20 de noviembre de 1914 en un acto con música de banda y discursos.
Tras la Revolución, ya en tiempos de paz, dedicó sus esfuerzos a la educación popular, fundó escuelas rurales en Tepotzotlán y la biblioteca “Francisco I. Madero” en Amecameca, con el apoyo del entonces secretario de educación, José Vasconcelos.
Aunque su vida fue breve —falleció a los 39 años, en 1923—, su legado perdura. La actual calle Madero, que millones transitan sin conocer su origen, es prueba de su lucha por mantener viva la memoria histórica de este personaje.