Las Insurgentas, mujeres valientes cuyo sacrificio hizo real el anhelo de un México Independiente
11 de septiembre de 2025

Durante la Conferencia Matutina, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, se presentó la sección Mujeres en la historia, a cargo de la subsecretaria de Educación Básica, Noemí Juárez, quien abordó el papel de las “Insurgentas”, mujeres que participaron activamente en la Independencia de México. Antes de proyectar el video, la subsecretaria leyó, en el marco del 215 aniversario patrio, un bando realista de 1817 procedente de Temascaltepec, donde las autoridades pedían refuerzos para Sultepec alegando que “no hay una sola mujer que no sea una verdadera Insurgenta” —con “A”— y que estas habían causado “las desgracias de muchos soldados”. Destacó la vigencia del documento: a más de dos siglos, no hay mujer que no sea una “verdadera Insurgenta”.
La Dra. Juárez citó asimismo el caso de Iturbide que, como coronel realista, ordenó apresar a 300 mujeres en Pénjamo al considerarlas más peligrosas que muchos combatientes. En un documento, justificó su acción señalando que:
“Esta clase de mujeres, en mi concepto, causan a veces mayor mal que algunos de los que andan agavillados, por más que se quieran alegar leyes a favor de este sexo, que, si bien debe considerarse por su debilidad para aplicarle a la pena, no puede dejarse en libertad para obrar males, y males de tanta gravedad y trascendencia: considérese el poder del bello sexo sobre el corazón del hombre, y esto solo bastará para conocer el bien o el mal que pueda producir”. |
Los realistas entendieron que el poder insurgente residía en las redes de apoyo lideradas por mujeres y buscaron someter la resistencia apresándolas.
El video narró que las mujeres insurgentes desempeñaron roles cruciales desde cuatro frentes: como conspiradoras, tejieron redes, reunieron recursos (dinero, armas, uniformes) y difundieron ideas libertarias mediante tertulias y escritos clandestinos; como cuidadoras, acompañaron a los ejércitos, alimentaron y atendieron a heridos y enfermos; como espías, vigilaron movimientos realistas, transportaron armas y mensajes, y guiaron a las tropas; y como combatientes, defendieron posiciones, enfriaron cañones y, en casos excepcionales, lideraron destacamentos. Su participación multifacética fue indispensable para la causa independentista.
Los virreyes y comandantes castigaron con crueldad tanto la rebelión política como la transgresión moral de estas mujeres. Enfrentaron detenciones arbitrarias, reclusión en casas de recogida, raptos como moneda de cambio, torturas para obtener información, fusilamientos o decapitaciones, y la exposición pública de sus cuerpos como escarmiento. Fueron tantas las que apoyaron la lucha que la represión devino prueba de su influencia: en 1817, un comandante realista admitió que en su región “no había una mujer que no fuera una verdadera Insurgenta”. Sin su valentía y sacrificio, la independencia de México en 1821 no habría sido posible.
Al concluir el video, la subsecretaria subrayó la doble condena que enfrentaron: primero, la muerte a manos del régimen virreinal; después, el olvido histórico. Hoy, por fin, se revierte esa injusticia. No se les juzgó solo por insurgentas, sino por transgredir los roles de género. Caso emblemático es el de María Josefa Martínez, procesada por liderar una gavilla de doce hombres, actuar como espía y conspirar contra el virreinato, y también, literalmente, “por portar pantalones”, muestra de cómo se castigó el desafío al “deber ser” femenino. Otro ejemplo es el de María Tomasa Esteves, condenada por Iturbide por “seducción de tropa”, alegando que su “bella figura” perturbaba la disciplina militar: se criminalizó así la mera influencia femenina, más que actos de violencia.
Por último, el caso de Carmen Camacho expone la crudeza del castigo: fue sentenciada por “seducción de tropa” y “adicción a la insurgencia”, fusilada y exhibida en la plaza de Acámbaro, con un cartelón que anunciaba su delito para aterrorizar y disuadir a otras mujeres. “Por adicta a la insurgencia” dejó de ser un simple cargo para erigirse, involuntariamente, en título honroso que sintetiza su compromiso con la causa libertaria, concluyó la Dra. Juárez.