Juana de Asbaje Ramírez de Santillana, prodigio de las letras novohispanas y orgullo para las mujeres mexicanas


23 de noviembre de 2025

  • Fue una de las más grandes escritoras en lengua española, su obra llegó a ser conocida en prácticamente todo el mundo hispano y su figura se convirtió en un pilar fundamental para la construcción de la identidad criolla desde mediados del periodo colonial

  • Sor Juana es considerada la última figura del Siglo de Oro español

La subsecretaria de Educación Básica, Noemí Juárez Pérez, dedicó la sección “Mujeres en la Historia” a Juana de Asbaje Ramírez de Santillana, prodigio de las letras novohispanas y orgullo para las mujeres mexicanas.

Durante la Conferencia del Pueblo, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, Juárez Pérez indicó que Juana de Asbaje, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, fue una de las más grandes escritoras en lengua española, su obra llegó a ser conocida en prácticamente todo el mundo hispano, y su figura se convirtió en un pilar fundamental para la construcción de la identidad criolla desde mediados del periodo colonial.

La responsable de la Educación Básica del país mencionó que Sor Juana es considerada la última figura del Siglo de Oro español, un periodo dominado por gigantes peninsulares como Calderón de la Barca, Quevedo y Góngora. En la Nueva España, su principal contemporáneo fue el erudito Carlos de Sigüenza y Góngora, con quien mantuvo una estrecha relación profesional y de amistad.

La subsecretaria recordó que el día anterior se había conmemorado el Día Nacional del Libro en México y explicó que esta celebración rinde homenaje precisamente al natalicio de Sor Juana Inés de Asbaje. "Por ello —señaló—, ayer nuestra bandera se izó a toda asta para conmemorar su aniversario". Concluyó destacando que este reconocimiento forma parte central de las actividades del Día Nacional del Libro.

Nació el 12 de noviembre de 1648 (o 1651, según algunas fuentes), en el seno de una familia criolla de San Miguel Nepantla, en el actual Estado de México. Al no ser reconocida por su padre, y con su madre ocupada al frente de sus dos hermanas mayores, Juana quedó al cuidado de sus abuelos maternos. Fue con ellos donde encontró en los libros un refugio fundamental.

Tras el fallecimiento de sus abuelos, Juana se trasladó a la Ciudad de México para vivir con su tía materna, María Ramírez. Gracias a la buena posición política de su tía y su esposo, la joven pronto fue integrada en la corte de la virreina Leonor Carreto, marquesa de Mancera.

Allí, con apenas quince años, Juana deslumbró a la corte con su vasto conocimiento. Tal era su talento, que el virrey Antonio Sebastián de Toledo autorizó que fuera examinada por cuarenta eruditos entre teólogos, filósofos, matemáticos, historiadores y poetas. Al final de la prueba, el propio virrey declaró que Juana se había defendido "a la manera que un galeón real se defendería de unas pocas chalupas que lo embistieran".

Después de cinco años en la corte, Juana decidió tomar los hábitos. Como ella misma explicó, lo hizo debido a "la total negación que tenía al matrimonio", siendo la vida conventual "lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir".

En 1669 ingresó al convento de Santa Paula de la orden de San Jerónimo. Ya como monja jerónima, Sor Juana logró combinar sus obligaciones religiosas con la pasión por el conocimiento. Este afán intelectual, sumado al contacto con hablantes de náhuatl que tuvo en su infancia, la llevó a aprender esta lengua. Tal fue su dominio, que llegó a componer versos en náhuatl y a abordar las creencias indígenas en una de sus loas.

Su trayectoria no estuvo exenta de fuertes críticas. Por un lado, su confesor, el jesuita Antonio Núñez, la reprendió por lo que consideraba una escritura "masculina" y poco refinada. Por otro, el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, aunque admiraba su intelecto, la censuró por ocuparse de asuntos mundanos en lugar de temas divinos.

Frente a estos cuestionamientos, Sor Juana se defendió con contundencia en su Respuesta a Sor Filotea, donde argumentó:

 

“¿Cómo sin Lógica sabría yo los métodos generales y particulares con que está escrita la Sagrada Escritura? ¿Cómo sin Retórica entendería sus figuras, tropos y locuciones? ¿Cómo sin Física, tantas cuestiones naturales de las naturalezas de los animales de los sacrificios, donde se simbolizan tantas cosas ya declaradas, y otras muchas que hay?”

 

La Respuesta a Sor Filotea de “la Décima Musa” está considerada uno de los primeros textos autobiográficos escritos por una mujer y, sobre todo, una de las defensas más elocuentes y valientes del derecho de las mujeres a pensar, leer y escribir. Sin embargo, la contundencia de su carta no fue suficiente.

Muchos de sus antiguos protectores le dieron la espalda, mientras que otros se encontraban lejos, en el Viejo Continente, y Sor Juana se vio forzada a retirarse a una vida de silencio. En 1695, una epidemia se propagó por la Nueva España y alcanzó el convento de San Jerónimo. Contagiada durante la asistencia a sus hermanas de orden, Sor Juana falleció el 17 de abril de ese mismo año. Su partida física, no obstante, solo consolidó su legado: dejó una obra invaluable para la cultura universal y se erigió para siempre como un faro en la defensa de la libertad intelectual de las mujeres.

Al terminar la cápsula, Juárez indicó que, sin duda, las letras nos maravillan desde la infancia. Esas primeras lecturas alimentan la imaginación y el deseo de aprender. La propia Sor Juana recordaba así su primer contacto con el mundo de las palabras:

 

“…no había cumplido los tres años de mi edad cuando enviando mi madre a una hermana mía, mayor que yo, a que se enseñase a leer en una de las que se llaman amigas, me llevó a mí tras ella el cariño y la travesura; y viendo que le daban lección, me encendí… en el deseo de saber leer… y supe leer en breve tiempo”.

 

Juárez exclamó, con admiración, que desde los tres años ¡ya sabía leer!, y nunca detuvo su deseo de aprendizaje. Pero años después, cuando su obra fue cuestionada, se vio obligada a preguntarse: “¿qué dichos son estos tan culpables? ¿qué más podré decir?” Incluso hasta el hecho razonable de escribir le costó “una prolija y pesada persecución”, pues decían que “parecía letra de hombre, y que no era decente” en una mujer. Y concluía con resignación: “con que me obligaron a malearla adrede, y de todo esto es esta comunidad testigo”.

La mejor manera de conmemorar a una escritora tan fundamental es leyendo su obra, concluyó la subsecretaria.